Historia


San Javier, es una de las localidades de la Provincia de Santa Fe que cuenta con una rica y profunda historia, fundada el 4 de Julio de 1743, en los que han transcurrido muchos acontecimientos de importancia que marcaron el devenir histórico de la comunidad costera.

El lugar donde se encuentra actualmente Cayastá, según consta en el Acta de Fundación, fue el primer punto en el que arrancó la vida de esta localidad. La zona estaba habitada en principio por aborígenes Chaná -Timbúes, más específicamente por los Quiloazas, razón por la cual, durante mucho tiempo, al río San Javier se lo denominó río de los Quiloazas. Muchos años más tarde, este grupo indígena se desplazó hacia el sur, mientras que grupos de la nación Guaycurú, los indígenas Mocovíes, habitantes naturales del Chaco, se instalaron en la zona de San Javier.

Pasado el año 1.700, la vida en la ciudad de Santa Fe era sobresaltada en forma permanente por el ataque de los Mocovíes. Esta situación hizo que el gobernador Francisco Echagüe y Andía, entrara en conversación con los Jesuitas, y con los principales caciques mocovíes y abipones, para fundar la Reducción de San Francisco Javier, como una línea de frontera que protegiera la ciudad de Santa Fe.

La intención de reducirse de varios caciques, entre los que cabe mencionar a Aria Caikín de la nación Mocoví, y más tarde el cacique Aletín, provocó, en el año 1743, la instalación de la Capilla y demás viviendas precarias. En 1749, la reducción se trasladó 7 leguas al norte. Al año siguiente, la población sufrió un nuevo traslado; esta vez hacia su asentamiento definitivo, a orillas del río San Javier. La reducción en sus primeros años estaba a cargo de los padres jesuitas Gerónimo Núñez y Francisco Burges. En 1752 arribó el padre Florián Paucke quien le dio un inusitado vigor y desarrollo a la reducción. El padre logró la confianza de los aborígenes y les enseño diversas ocupaciones, artes y oficios, lo que significó una transformación significativa del lugar y del modo de vida.

Luego de los Jesuitas, la reducción estuvo a cargo de la Orden de los Mercedarios hasta 1808 y, a partir de 1812, pasó a manos de los Padres Franciscanos. En 1866, el Gobernador de la Provincia, Nicasio Oroño, proclama la Ley de Tierras, procurando transformar al indígena reducido en colono, a la vez que se crea el Pueblo y Colonia Indígena de San Javier. El Padre Hermete Constanzi, conocido defensor de los pueblos originarios, insistió ante los sucesores de Oroño para que cumplieran lo prometido: darle la real propiedad de la tierra a los indios, cuestión que en muy pocos casos se hizo. Mientras tanto San Javier crecía, superaba los 3.000 habitantes y con ello aparecieron las primeras instituciones.

Junto al avance del pueblo creció el descontento del aborigen, debido a numerosas situaciones de injusticia. Esto, sumado a cuestiones mágico-religiosas, hicieron que el 21 de abril de 1904, San Javier protagonizara en sus calles el Último Malón de Indios Mocovíes de la Provincia de Santa Fe. Este hecho cambió la fisonomía del pueblo: muchos Mocovíes fueron muertos y el resto perseguidos y reprimidos violentamente luego de la rebelión.

A partir de 1913, tras muchos años de aislamiento, el pueblo logra ampliar su vías de comunicación con el resto de la provincia. En ese año, se comenzó su integración a la red ferroviaria, siendo punta de rieles de un ramal del Ferrocarril Central Norte Argentino, que partía de la localidad de Naré, Departamento San Justo, desprendiéndose de la línea Santa Fe - La Quiaca. Su habilitación al servicio público se concretó varios años después: el 15 de septiembre de 1924.

En 1979 San Javier fue declarada ciudad, por decreto del 21 de noviembre de 1979.

Entrevista

En una entrevista efectuada a la profesora Martínez, que ha basado sus investigaciones en los orígenes de San Javier, se manifestó que “la zona norte de la provincia de Santa Fe, fue habitada por aborígenes canoeros, presumiblemente de la provincia de Entre Ríos y hasta del Uruguay, del grupo Chaná-Timbú, de quienes han quedado vestigios arqueológicos de importancia junto al río o en zonas de isla donde hasta el día de hoy, cuando se produce una bajante importante del Río Paraná y de su brazo San Javier, se pueden reconocer los lugares de asentamiento de estos pueblos por la alfarería que allí se encuentra”.
“La misma es una cerámica gruesa, con incisiones y muchas vasijas encontradas con apéndices zoomorfos (cabezas de loro, pájaros u otros animales), también existen, aunque en menor escala, figuras humanas. Según estudios realizados, ésta alfarería tendría una antigüedad de 500 a 1000 años. A raíz de su nomadismo, estos grupos dieron espacio a la llegada de otros, provenientes de la zona del Chaco, de la nación de los Guaycurúes, los Mocovíes, pueblos recolectores, cazadores y pescadores, que se asentaron en la costa del Río San Javier, donde sus descendientes viven en la actualidad”.

Primeros asentamientos de la comunidad Mocoví
Hacia el año 1741, el gobierno de Santa Fe a cargo de Francisco Javier de Echagüe y Andía, junto a los Padres Jesuitas, realizan tratos con los caciques mocovíes para crear una reducción, llevarlos a la vida sedentaria y pacífica.
“En el año 1742, se había establecido la Reducción de Indios Mocovíes de San Javier a cargo de los Padres Jesuitas en donde se fundara la primitiva Santa Fe, pero recién el 4 de Julio de 1743 –precisamente en la actual Cayastá- se realiza la fundación de nuestro pueblo llevada a cabo por los Padres Jesuitas Gerónimo Nuñez y Francisco Burges, otorgándoles el Gobierno de la Provincia, en ese momento a cargo de Francisco Antonio Vera y Mujica, 4 leguas cuadradas de terreno”, nos relató la profesora.
Por diversos motivos, como el ataque de los indios, incendios e inundaciones, entre otros, San Javier debió trasladarse en sucesivas oportunidades, estableciéndose en el emplazamiento actual en el año 1752.

La labor misionera y la figura de Florián Paucke
“Es de destacar la importante labor realizada por los Padres Jesuitas, ya que San Javier, se convirtió en una población en continuo progreso. En especial, no podemos olvidar al Padre Florián Paucke, quien dedicó todo su esfuerzo en enseñar a los mocovíes a trabajar la tierra, a construir viviendas, a fabricar utensilios de labranza y herramientas, a educarlos, a desarrollar el gusto por el arte y la música, además de impartirles la Fe Católica” indicó.
Más adelante nos sigue contando “el trabajo de Paucke, quedó registrado en su obra escrita “Hacia allá y para acá”, en donde narra sus años de estadía junto a los Indios Mocovíes de San Javier y donde además, plasmó en dibujos toda la vida social, costumbres, labores, flora y fauna, documento éste que tiene hoy un incalculable valor histórico y antropológico”.
Luego de la expulsión de los Jesuitas, la reducción quedó en 1768, bajo la responsabilidad de los Padres Mercedarios, quienes extienden su labor hasta el año 1812 y desde esta fecha hasta 1912, bajo el mando de los Misioneros Franciscanos.

Surgen las colonias con la inmigración y la traza del pueblo
“Es preciso aclarar – remarca Martínez – que durante buena parte de esta época, a raíz de las luchas civiles que se suceden a partir del 25 de mayo de 1810, la reducción de San Javier, al igual que muchas otras, cae irremediablemente, retrotrayéndose el límite de la provincia en 1818 hasta la misma ciudad de Santa Fe. Recién en el año 1854, se piensa en recuperar las tierras del norte de la provincia. Fue en ese entonces que el conquistador deja paso al colonizador, nace la inmigración y con ello el principio del engrandecimiento de la Nación”.
“En el tiempo comprendido entre 1865 y 1868, ejerce el Gobierno de la Provincia de Santa Fe Don Nicasio Oroño, quien manifiesta su empeño en fomentar la política agraria y, para ello se propone fundar colonias en cualquier punto de la provincia y, entre tanto, proyecta incorporar al indio a la colonización agrícola, lo que implicaría la transformación del mismo: de reducido a colono, para lograrlo se le entregaría tierras en propiedad. Surge así en 1866, el Pueblo y Colonia de San Javier, realizándose la traza actual y, comenzando lentamente a transformarse en lo que hoy es nuestro pueblo: surgen las primeras instituciones civiles, escuelas, casas de comercio, edificios que hoy muchos de ellos se conservan. En 1924, llega el ferrocarril que nos conecta con el resto del país y luego será la Ruta Provincial Nº 1”, expresó la profesora.

PELÍCULA "EL ÚLTIMO MALÓN "


Reconstrucción de la última rebelión indígena de los Mocovíes en San Javier, al norte de la provincia de Santa Fe, en 1904. El último malón ocurrió durante la mañana del 21 de abril de 1904, en la localidad de San Javier -140 km al norte de la ciudad de Santa Fe- y se lo considera como la última rebelión de Mocovíes en tierras litoraleñas argentinas.

Alcides Greca, oriundo de la misma localidad, San Javier, 13 años más tarde filma una película de 35 mm una recreación de aquellos acontecimientos filmando con los mismos protagonistas de los hechos reales, adelantándose en varias décadas a lo que posteriormente se conocería como neorrealismo.

Sobre los actores participantes:
El cacique mocoví Mariano López, líder del levantamiento que participó en ambos acontecimientos. El último malón de 1904 y en su recreación fílmica de 1917. El papel del cacique rebelde Jesús Salvador y de su compañera de andanzas Rosa Paiquí, fueron los dos únicos actores profesionales. Ambos de extracción teatral. Ella, la actriz Rosa Volpe.

El resto de los participantes fueron los indios lugareños, la paisanada local y los familiares y amigos del mismo Alcides Greca.

La película se estrenó el día 4 de abril de 1918 en el Palace Theatre de Rosario.
Luego, el 31 de julio del mismo año, en la ciudad de Buenos Aires en la céntrica calle Corrientes en el célebre cine-teatro de entonces Smart Palace.

La Greca Film "Empresa Cinematográfica Rosarina" de Alcides Greca funcionó en Av. Pellegrini 1655 de la ciudad de Rosario.


Algunos datos técnicos

Originalmente este largometraje tenía una extensión de más de 3.000 metros, de celuloide Su proyección, a una velocidad de 16 fps (fotogramas por segundo), llegaba originalmente a 85 minutos.
Con el deterioro del tiempo, en 1967, Fernando Vigevano del Cine Club de Rosario, logró hacer una nueva copia en 16 mm. Asimismo, con la pérdida de algunos cuadros y el cambio de velocidad de proyección -de 16 a 24 fps- quedó con una duración de 58 minutos.

La película fue coloreada por tramos. La presentación, el epílogo y cada capítulo estaban virados a un color distinto. Uno al verde, al sepia, rojo, etc. En su traspaso a 16mm se dejó en Blanco y Negro.

El montaje fue hecho a la usanza de la época: tijera y cloretona La iluminación: diurna apoyada por alguna que otra sábana. Los interiores a ventanas abiertas de par en par. Y una adelantada "noche americana" mediante el teñido del celuloide con anilina azul.

El tipo de cámara usada, sin certeza, se supone que fue un modelo de cajón a manivela de origen francés.

El laboratorio que de revelado fue el por entonces conocido "Max Gluskmann" según reza un cartel insertado al final de la película.

La toma "aérea" del rancherío incendiándose fue imaginativamente resuelta con una pequeña maqueta y desde el trípode de la cámara colocada en picada simularon la quema del rancherío como represalia contra la toldería movoví.